Cuando Fundación Proa nació, nos instalamos en La Boca. Apreciamos la singularidad del barrio, en donde se perciben los sueños y las utopías de las vanguardias históricas del siglo XX: el muralismo, vivir en arte, el arte-participación. Desde el teatro callejero, en donde la calle es escenografía y auditorio, La Boca y Caminito se configuraron como un cuadro viviente en donde todos sus habitantes se transforman en actores o en artistas, pintando sus casas con la libertad del color. El barrio pertenece a sus habitantes; los artistas reconocen su valor simbólico y, a través de los años, fueron muchos los que se instalaron en sus casas.